Dante, el Viajero Inmóvil

Lăudat să fie Isus!


Dante Alighieri



Retomo mi actividad después de varios meses de parón por circunstancias ajenas a mi voluntad. Vuelvo, además, con un tema que no es específico de este blog, que busca dar a conocer las tradiciones orientales a todos aquellos que deseen conocer en mayor profundidad la catolicidad de la Iglesia. No obstante, de vez en cuando me gustaría redactar artículos de esta índole, con una intención divulgativa de la cultura católica. 

El otro día veía el índice de un libro de teología escrito por un profesor de teología de Málaga, a quien considero un buen amigo, Andrés García Infante. Su libro, titulado "Echad las Redes: Teología para Principiantes", cuenta con un índice muy sugerente, de hecho el título de la 1ª sección es el que ha motivado este artículo. Este título reza así: "El amor que mueve al sol y a las demás estrellas". Este título es un homenaje a la figura de Dante Alighieri, el célebre poeta florentino que escribió una obra que puede presumir sin palidecer de ser una de las composiciones poéticas más hermosas que el arte de la Literatura puede contener dentro de sí. La frase que da título a dicha sección del libro es el último verso del Canto XXXIII del Paraíso de la Divina Comedia de Dante. El párrafo entero, que cierra la que
probablemente sea la descripción más bella que jamás se ha compuesto sobre la Trinidad dice así:

"Aquí fuerza faltó a la fantasía;

pero a mi voluntad tras de sus huellas,

rueda del engranaje, ya movía

Amor que mueve al sol y a las estrellas."

La Trinidad en la Divina Comedia

Dante expresa con toda claridad algo que no es nuevo, la lengua humana no puede cantar las glorias divinas y hacer el honor debido a las mismas. En palabras de San Ignacio de Loyola "Deus semper maior", Dios siempre es más grande. En la teología se suele decir con mucha frecuencia que de Dios es más fácil decir lo que no es que decir lo que es. Esto se conoce comúnmente como teología negativa o apofática. Cada vez que alguien quiera acercarse a lo divino, debe, a imagen de Moisés, descalzarse, porque entra en un terreno sagrado. No existe tema más elevado a tratar, por eso aquél que desee adentrarse en el misterio y presentarse delante del fuego divino debe estar preparado con todo su corazón, con toda el alma, con todas sus fuerzas. Dante era plenamente consciente de esto, constantemente expresa lo limitado que se siente ante la empresa que se propone llevar a cabo, como se puede ver en los versos que cierran la obra.

Si hay una palabra que puede definir a Dante es, a mi obre modo de ver, paradoja. Su vida entera está llena de ellas aunque, curiosamente, la más grande no puede ser achacada a su responsabilidad. Dante no es santo, ni muchísimo menos. Desde su juventud estuvo metido de lleno en todos los trasiegos políticos de la vida política florentina, sin rehuir ninguna de las rencillas que este mundo conlleva. La política es una disciplina demencial, es la perfecta encarnación del adagio de Thomas Hobbes, homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre. En la política no existe la amistad, ni el compañerismo, el poder no tiene amigos, sólo aliados. Esto se puede ver perfectamente ahora y se podía ver en la sociedad florentina de los ss. XIII y XIV. Dante nace alrededor de 1265 en el seno de una familia florentina que pertenecía a un grupo político llamado güelfos blancos. Para no hacer excesivamente pesado este artículo simplemente quedémonos con que era un grupo que estaba enemistado con otro, los gibelinos y, tras la derrota de estos, con los güelfos negros. Durante su vida, como he dicho, estuvo totalmente implicado con las actividades políticas de su grupo. Por causa de esto fue exiliado de su amada Florencia, a la que no ha podido regresar ni muerto, pues su cuerpo reposa en Rávena, a 150 km de Florencia. Su implicación en la política le granjeó innumerables enemigos, de los cuales Dante guardó recuerdo y no se olvidó de ir colocándolos en distintas partes del infierno, describiendo con todo lujo de detalles los sufrimientos que allí padecen.


Tumba de Dante en la iglesia de San Francisco en Rávena


Antes he comentado que la palabra que mejor puede definir a Dante es la paradoja, ¿por qué? Porque su vida se manifiesta como una constante lucha entre el cielo y la tierra, entre deber y devoción. Se casó con una mujer a la que no amaba porque así se convino cuando tenía 12 años, más siempre le fue fiel y no yació nunca con su verdadero amor, Beatriz. Estudió medicina pero se negaba a ejercer ese oficio y, aunque se vio obligado a inscribirse en el gremio de boticarios para poder seguir en política, estaba más centrado en vender libros que remedios. La mayor paradoja de su vida, sin embargo, es su relación con la Iglesia. Dante fue fidelísimo defensor de la Iglesia, pero su pluma no tembló a la hora de criticar muy duramente a miembros de la Iglesia, especialmente a los papas, de los cuáles ubica a, por lo menos, 5 en el infierno. Anastasio II (496-498), al que dedica estos versos en el canto XI del Infierno:

"En el extremo de un derrumbadero,

formado por peñascos en redondo,

dimos con un tropel más lastimero;

y allí, por causa del olor hediondo

 que nos llegaba del abismo infecto

nos guarecimos de una fosa al fondo.

Una inscripción campeaba allí al respecto:

`Guardo al papa Anastasio, a quien Fotino

hizo apartarse del camino recto´." 

Tumba de Anastasio II en el infierno

Es llamativo cómo tanta belleza puede contener tanta dureza. No tiene palabras más suaves para los otros 4, Nicolás III, Bonifacio VIII, Clemente V y, el más curioso a día de hoy, San Celestino V. El texto es mucho más largo, pues abarca del verso 46 hasta el 120. Resumidamente podemos ver cómo Dante describe que se encuentra al papa Nicolás III enterrado boca abajo como se hacía en esa época con los asesinos. En esa postura tan cómoda, Nicolás III le dice a Dante:

"¿Ya estás, maldito?

¿Ya has llegado a este Infierno, Bonifacio?

No en muchos años me engañó lo escrito.

¿Tan pronto del botín quedaste sacio

por el cual a engañar la hermosa Dama (la Iglesia),

y a vejarla, jamás fuiste reacio?"

Yo quedé como queda quien la trama

no capta, ni el sentido manifiesto,

de lo que oye, y entonces va y se escama. (...)

Bajo mí ocupan la estrechez del foso

cuantos me precedieron simoneando,

prensados de la piedra en el acoso."

Dante no se corta un pelo, aunque él mismo dice unos versos más adelante:

"Y si no fuese porque me lo veda

mi reverencia a las sublimes llaves

que guardaste en la vida que atrás queda,

usaría palabras aún más graves;

que, hollando el bien y aupando el mal,

contrista vuestra avaricia al mundo, cual tú sabes."

Dante y Virgilio se encuentran con Nicolás III enterrado boca abajo como un asesino

Pues si esto son palabras amables no quiero conocer yo las "más graves", y sospecho que Nicolás III, esté donde esté, tampoco. Como he comentado antes, su pluma es más afilada que la hoja de un verdugo. El caso de Celestino V es curioso, como he dicho, por dos cuestiones. en primer lugar porque la Iglesia lo canonizó, realzando su acto de renuncia como un gran juico de prudencia. Dante no puede evitar expresar su enfado con él porque, gracias a la renuncia, Bonifacio VIII accedió a la sede petrina. En esa época la simonía era, por desgracia, el pan de cada día. Como he comentado más arriba, Bonifacio VIII, Benedetto Caetani, fue enemigo político de Dante. Este Papa era bruto como él solo. Nada más acceder al pontificado, que casi pierde en manos de un Orsini (familia a la que pertenecía Nicolás III), se dedicó a deshacer todo lo que el pobre Celestino trató de hacer para eliminar de la curia toda sombra de simonía y politiqueo. No contento con eso mandó encerrar a San Celestino V, por si las moscas, para que no hubiera un cisma en torno a su figura. También aprovechó para hacer la guerra a todos los niveles a las dos familias rivales, por un lado los Orsini, pero, sobre todo, a los Colonna, contra los que llegó a convocar una cruzada en diciembre de 1297.

Bonifacio VIII

También se valió de su autoridad pontificia para "limpiar" la curia de los cardenales Colonna, declarándolos herejes, cismáticos, blasfemos, simoníacos y cualquier otra cosa que cupiera en el derecho canónico. El papado era una institución que se pasaba como una patata caliente entre partidarios de una u otra familia que siempre tenían a alguien en el cónclave para meter mano en el resultado. Por ejemplo, los Orsini, aunque estrictamente hablando sólo han dado 3 papas a la Iglesia, han tenido cardenales metidos en la curia desde el 1181 (Pietro Orsini) hasta 1743 (Domenico Orsini). Por otro lado los Colonna no se quedaron atrás, dando otros tres Papas a la Iglesia, siendo Martín V el más importante de ellos, pues con él se cerró el cisma de Avignon. Los Caetani llegaron como los terceros en discordia gracias a la subida al trono papal de Bonifacio VIII. 

Las palabras de Dante son duras, pero más dura era la realidad, pues todos los problemas entre Colonna, Orsini, Caetani y cía viene, en origen, del surgimiento de los güelfos y gibelinos. En medio de este sándwich dantesco (perdón por el chiste pésimo) se encuentra el Sumo Poeta. Quizás, con este contexto, cabe creer al poeta florentino cuando dice que sus palabras hacia Nicolás III son amables, una paradoja más para él, la dureza de sus palabras muestran, a la vez, misericordia. Salvando las distancias, me recuerda a lo que Dios le dice a Salomón cuando este se pervierte entregándose a las mujeres paganas de su harén y deja que estas le engatusen para adorar a dioses paganos. Dios le dice que le arrebatará todo salvo una pequeña porción, no por su méritos, sino por la promesa hecha a su padre, David. En honor a San Pedro y al ministerio petrino no expresa Dante palabras más duras contra aquellos que han mancillado con su conducta la Sede del Príncipe de los Apóstoles. Contrapone la actitud de estos Papas con la de aquellos que dieron su sangre por la Iglesia. Así Dante, en el canto XXVII del Paraíso pone en boca de Pedro estas palabras:

"A la Esposa de Cristo yo el tesoro

de mi sangre no di, ni Lino ni Cleto,

para enviciarla en la afición al oro;

para guiarla al bien, con ese objeto,

dieron Sixto, Calixto, Pío, Urbano

la suya tras gran llanto en el aprieto.

No fue nuestra intención que a diestra mano

o a izquierda el pueblo fiel se mantuviera,

partido en dos, del sucesor romano."

Esta clara alusión a la disputa entre güelfos y gibelinos es a la vez un canto de amor al papado y un duro recordatorio de su gravísimo deber. Paradójicamente, en los últimos 150 años, los Papas se han deshecho en alabanzas al Hijo Predilecto de Florencia. Desde León XIII hasta Francisco, ningún Sumo Pontífice ha dejado de hacer mención, con alabanzas dignas de los más grandes santos, al Sumo Poeta. León XIII y San Pío X le dedicaron sendos discursos para honrar su memoria. Pero la primera gran alabanza llega de las manos de Benedicto XV, quien dedica a Dante, en el sexto centenario de su muerte, la encíclica In Praeclara Summorum, cuyas primeras palabras son ya una loa admirable:

"Entre los muchos genios célebres de los que puede jactarse la fe católica que han dejado frutos imperecederos en la literatura y el arte especialmente, además de otros campos del saber, y con quienes la civilización y la religión están siempre en deuda, el más alto es el nombre de Dante Alighieri.(...) la Iglesia tiene un derecho especial a decir que Alighieri es suyo."

Benedicto XV

Los Papas, sobre todo últimamente, no han tenido problemas en citar en sus documentos autores que no se cuentan en el número de los santos, incluso autores que, aparentemente, son enemigos acérrimos de la fe. No pasó desapercibida la cita de Benedicto XVI a Nietszche en su encíclica Deus Caritas Est. No obstante, una encíclica entera dedicada a alguien que no está canonizado es algo realmente sorprendente. Benedicto XV alaba su obra y explica, con gran claridad, lo que yo he intentado en mi párrafo anterior, sobre el amor de Dante por la Iglesia y el Papado:

“Lo que justa o injustamente reprendió y vituperó en los clérigos, de ningún modo quiso extenderlo y aplicarlo al honor debido a la Iglesia, o a la veneración debida a las llaves de Pedro; en consecuencia, en asuntos políticos defendió su propia opinión "apoyado en aquel respeto que un hijo piadoso debe al padre, a la madre, a Cristo, a la Iglesia, al Pastor, y a todos los que profesan la religión cristiana, por el triunfo de la verdad."

El Papa se deshace en elogios por Dante y su obra, y no cavila en atribuirle incluso una inspiración divina en su magna obra:

"Si bien admiramos la grandeza y la agudeza de su genio, debemos reconocer, también, la medida en que se inspiró en la Fe Divina por medio de la cual pudo embellecer sus poemas inmortales con todas las luces de las verdades reveladas así como con los esplendores del arte. De hecho, su Comedia , que merecidamente se ganó el título de Divina, si bien utiliza diversas imágenes simbólicas y registra la vida de los mortales en la tierra, tiene por verdadero fin la glorificación de la justicia y la providencia de Dios que gobierna el mundo a través del tiempo y toda la eternidad y castiga y premia las acciones de los individuos y de la sociedad humana."

Recomiendo el texto entero que fácilmente puede encontrarse en internet. El sucesor de Benedicto XV, Pío XI, no se abstuvo de dedicar discursos al Poeta, en particular es importante la cita a la Divina Comedia en su encíclica Rite Expiatis en honor a San Francisco de Asís. Aunque en Pío XII y San Juan XXIII podemos encontrar otras referencias a Dante, es en San Pablo VI donde podemos encontrar la siguiente gran referencia a Dante. En concreto nos referimos a la carta pastoral Altissimi Cantus. En este texto San Pablo VI, casi al comienzo, vuelve a reconocer a Dante como cumbre de la poesía:

"Dante es el padre de la lengua italiana y, como dio forma y rostro a su civilización, así, providencialmente, a través de los siglos es su conservador y guardián.

Pero no pocas otras naciones civilizadas también desean tomar parte en esta solemne recreación histórica; y así el nombre de Dante, que en todas partes de la tierra permanece y permanecerá siempre aureolado con fama de gloria inmortal, ahora, casi como una antorcha puesta en un lugar más alto, lanza sus rayos más brillantes."

San Pablo VI

Retomando el concepto expresado por Benedito XV sobre el derecho particular que la Iglesia tiene sobre Dante, San Pablo VI dice:

"Si alguno quisiera preguntarse por qué la Iglesia católica, por deseo de su Cabeza visible, se preocupa de cultivar la memoria y celebrar la gloria del poeta florentino, fácil es nuestra respuesta: porque, por un derecho particular, Dante es nuestro. Nuestro, es decir de la fe católica, porque todo inspira amor a Cristo; nuestro porque amó mucho a la Iglesia, de la que cantó sus glorias; y nuestro porque reconoció y veneró en el Romano Pontífice al Vicario de Cristo.(...) Dante es nuestro, es justo repetirlo; y no lo afirmamos por hacer de él un ambicioso trofeo de gloria egoísta, sino más bien para recordarnos a nosotros mismos el deber de reconocerlo como tal, y de explorar en su obra tesoros inestimables del pensamiento y del sentimiento cristiano, convencidos como estamos de que sólo quien penetra en el alma religiosa del soberano poeta puede comprender a fondo y gustar sus maravillosas riquezas espirituales"

Si bien esta carta es más larga que la de Benedicto XV, no es menor el interés de su lectura. Al pobre Beato Juan Pablo I no le dio tiempo a hacer mucho en sus 33 días de pontificado, así que, evidentemente, no encontraremos en él referencias a Dante. San Juan Pablo II y Benedicto XVI han mostrado en repetidas ocasiones su amor por la obra de Dante. Finalmente quiero referenciar el último gran documento, otra carta pastoral, esta vez del papa Francisco, en honor a Dante. Candor Lucis Aeternae es un bellísimo documento donde Francisco recoge las alabanzas arriba mencionadas e insiste en la idea de que Dante es un don del cielo, una antorcha que ilumina las artes y a la humanidad enera. Para no extenderme ya mucho más dejo algunas citas de este documento:

"Con esta Carta apostólica yo también deseo acercarme a la vida y a la obra de este ilustre poeta para percibir precisamente dicha resonancia, manifestando tanto la actualidad como la perennidad, y para aprovechar las advertencias y reflexiones que hoy continúan siendo esenciales para toda la humanidad, no sólo para los creyentes. La obra de Dante, en efecto, es parte integrante de nuestra cultura, nos remite a las raíces cristianas de Europa y de Occidente. El sumo poeta, aun viviendo sucesos dramáticos, tristes y angustiantes, nunca se resignó, no sucumbió, no aceptó que se suprimiera el anhelo de plenitud y de felicidad presente en su corazón, ni mucho menos se resignó a ceder a la injusticia, a la hipocresía, a la arrogancia del poder y al egoísmo que convierte a nuestro mundo en «la pequeña tierra que nos hace tan feroces» (Paraíso XII,151)"

"Dante, por consiguiente, releyendo la propia vida sobre todo a la luz de la fe, descubrió también la vocación y la misión que le habían sido confiadas, y mediante las cuales, paradójicamente, de hombre aparentemente fracasado y decepcionado, pecador y desalentado, se transformó en profeta de esperanza."

"Dante sabe leer el corazón humano en profundidad y en todos, aun en las figuras más abyectas e inquietantes, sabe descubrir una chispa de deseo por alcanzar cierta felicidad, una plenitud de vida. Se detiene a escuchar a las almas que encuentra, dialoga con ellas, las interroga para identificarse y participar en sus tormentos o en su bienaventuranza. El poeta, partiendo de su propia condición personal, se convierte así en intérprete del deseo de todo ser humano de proseguir el camino hasta llegar a la meta final, hasta encontrar la verdad, la respuesta a los porqués de la existencia."

Yo me uno con humildad a los Sumos Pontífices en su alabanza al Sumo Poeta, al que me gusta llamar cariñosamente el Viajero Inmóvil, pues sin desplazarse en exceso terrenalmente, ha sido capaz de surcar el destino que nos espera, siendo a la vez testigo y profeta. Dante vislumbró en vida el abismo del hombre, como también haría Nietzsche, y no sólo no sucumbió a él, sino que se lanzó sin miedo a surcar sus sinuosos senderos, se hizo, por así decirlo, un caminante del Abismo del alma humana y, purificado por el fuego divino, se ha convertido en luz inmarcesible para el género humano. Con atrevimiento me atrevo a decir de él que, al igual que Prometeo, ha "robado" el fuego del cielo para nosotros, pues ha cometido la osadía de penetrar con el ingenio humano las sendas del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, con la gran diferencia que el Dueño, en este caso, se ha dejado robar, acogiendo la audacia de la Lira Dorada de Florencia y bendiciendo su camino.

Pero, ¿Cuál es la lección que podemos aprender de Dante? Hoy en día muchos se acogen a su figura o, más comúnmente, a la de Santa Catalina de Siena, para cargar con dureza contra los pontífices. ¿Hay dureza en las palabras de Dante? Sí, sin duda. ¿Hay "mala leche"? Muy seguramente. ¿Entonces? También hay amor, profundo y ardiente. Concederé a alguien que se pase un poco de rosca si también demuestra una mínima parte del amor que movió a Dante en vida y lo preserva aún ahora, que aguarda con esperanza el día definitivo. Dante, si viviera hoy en día, muy seguramente no se hubiera contenido al denunciar con su afilada pluma los defectos de los Papas, los otros clérigos y, por supuesto, las autoridades civiles. No me cabe la menor duda, y que Dios y Dante me perdonen si peco de soberbia y presunción al creer lo que Dante pensaría, de que el Sumo Poeta habría recriminado muchas decisiones y hubiera mandado a muchos al Infierno o, como mínimo, al Antepurgatorio, donde purgan sus penas los negligentes, por su aparente debilidad, su flaqueza al actuar o su tibieza en el mando. 

Pero, de igual modo, no tengan la menor duda aquellos que, desde que se levantan hasta que se acuestan, ¡y muchos incluso en sus sueños!, critican con amargura todo, y llaman impúdicamente hereje, cismático o cosas peores al Papa y muchos otros católicos. No duden esas personas que Dante los pondría en el Quinto Círculo, donde los iracundos están inmersos en el fango de su propia rabia, y ahora se golpean y se injurian eternamente. O, peor, podrían verse reflejados en la sexta fosa del Octavo Círculo, donde penan los hipócritas, que están vestidos con pesadas capas hechas de plomo por dentro pero de oro por fuera, con evidente alusión al contraste entre la apariencia de "oro", agradable, que los hipócritas muestran al mundo exterior, y sus interioridad falsa, agobiada por los malos pensamientos. O también en la novena fosa del mismo Círculo, donde los sembradores de discordia están mutilados por un demonio con una espada que vuelve a abrir sus heridas tan pronto como se cierran, enfatizando con la separación de sus órganos las perennes divisiones que causaron en la humanidad en su vida terrenal.

Yo, personalmente, prefiero gozar de lo que Dante expone en los 33 cantos del Paraíso y habitar por siempre con el Amor que mueve al Sol y a las Estrellas.



Paraíso

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