Las Iglesias Orientales Católicas IX: albaneses e italo-albaneses

 Lăudat să fie Isus!

Seguimos con el recorrido de la tradición bizantina de la Iglesia Católica. Si el último día hablábamos de la iglesia bizantina católica griega, hoy subimos un poco más y nos vamos a un país que históricamente ha sido más discreto, Albania. Hoy vamos a hacer un dos por uno, pues aunque, jurídicamente hablando, la iglesiagreco-católica albanesa y la italo-albanesa son dos diferentes, por razones obvias están muy vinculadas. 

La discreción de Albania en la historia se debe, entre otras cosas, a la peculiaridad de su lengua, el albanés. El albanés es la única superviviente de las antigua lenguas ilirias, una rama indoeuropea que, como he comentado, ya está desaparecida salvo en el remanente que nos ha dejado el albanés. Aunque puede tener alguna palabra que pueda recordar al rumano, por compartir el ilirio y el daco (lengua de la que procede, junto con el latín, el rumano) la lengua albanesa no comparte prácticamente nada con otras lenguas. Como ejemplo hola se dice  "Përshëndetje", adiós "Mirupafshim"  y gracias "Faleminderit". Como puede ver el lector no es una lengua sencilla, esto, unido a su ubicación que, al contrario de Hungría, que está en medio de Europa y es zona de paso, produjo que no fuera una región especialmente relevante a nivel estratégico. 

En cualquier caso, a nivel religioso, no se entiende el desarrollo de Albania sin la religión cristiana. Aunque Armenia puede honrarse de ser la primera nación enteramente cristiana de la historia, Albania puede honrarse, junto a Grecia, de ser una de las primeras en recibir el Evangelio. Una tradición muy antigua establece que San Pablo funda la diócesis de Dyrrachion, actual Durrës, que es la ciudad más antigua de Albania. Poco a poco el cristianismo se va asentando sin excesivos problemas en la región pues, como he comentado, no era una zona "caliente" y los romanos no necesitan centrarse en ella pues no daba problemas. Así pues, la expansión del cristianismo no era una preocupación del imperio en esta región. Con la división del imperio romano en dos, Albania queda también partida, la parte austral en el imperio de Oriente y la boreal en el de Occidente.

Esto fue así hasta que el emperador bizantino León III Isáurico se enfrentó al papa Gregorio III por el territorio en el s. VIII. El emperador era defensor de la herejía conocida como "iconoclasta", la cuál defendía que no se podían hacer imágenes sagradas pues Dios era inmaterial. Como respuesta a la condena del papa Gregorio III, el emperador une toda la región del Illyricum (Albania incluida) a la influencia del patriarca de Constantinopla. Pese a todo esto la cosa siguió, más o menos, igual, el norte latino, el sur bizantino. Esto cambió notablemente con la invasión de los turcos en el s. XV pues casi la totalidad de la población fue forzada a convertirse al islam. Una parte de la población huyó a Italia, dando lugar a las actuales poblaciones de origen albanés que radican en Italia, pero de eso hablaré más adelante. 

En Albania la Iglesia se enfrentó a un duro golpe. Quedó relegada a ser una pequeña comunidad en la zona norte. En este contexto nace una pequeña, más bien diminuta, comunidad bizantina en la costa del Epiro gracias a la conversión del obispo ortodoxo de la eparquía de Orhid. Pero debido a las fuertes represiones por parte de los turcos se tuvo que abandonar. La misión estuvo al cargo de la abadía de Grottaferrata, una comunidad de monjes basilianos que surgió de la comunidad albanesa de Italia, por lo que eran los idóneos para la misión. No obstante se tuvo que abandonar en 1765.

A finales del s. XIX y principios del XX un grupo de cristianos ortodoxos decide volver a la comunión con Roma y, además, solicitaron un obispo greco-católico para ser atendidos. Sufrieron una enorme oposición de las delegaciones consulares de Rusia que veían el peligro de romper a la iglesia ortodoxa y minar la autoridad del patriarcado de Moscú sobre los cristianos albaneses. No obstante, pese a la persecución y las trabas que les pusieron, el archimandrita Gorgji Gjermanòs volvió a la comunión con Roma junto a sus feligreses. No era una comunidad especialmente grande (no llegaba a los 150 fieles) pero sí que era muy fiel y cohesionada. A mediados del s. XX los monjes basilianos de Grottaferrata volvieron a Albania para atender a esta comunidad en crecimiento. Así, en 1939, tras solicitarlo incesantemente a la Santa Sede, finalmente se erigió la Administración Apostólica de Albania, aunque su cuidado fue inicialmente encomendado al nuncio de Albania, el arzobispo latino Leone Giovanni Battista Nigris. La Administración Apostólica incluyó también a los fieles romano-católicos. La comunidad se llegó a casi cuadruplicar en los pocos años que estuvo en funcionamiento, llegando casi a los 500 miembros. Pero, una vez más, la negra sombra del comunismo mató los brotes verdes de la Iglesia en Albania. 

La persecución en Albania supuso la total prohibición de cualquier práctica religiosa. Todos los religiosos fueron expulsados, encarcelados o ejecutados y todos los bienes fueron expoliados. Tenemos constancia de al menos dos obispos y 40 sacerdotes brutalmente asesinados por el régimen. Otros muchos, de cuyos datos (borrados por el régimen comunista) no conservamos, murieron en prisión por las pésimas condiciones. En 1967 quedó oficialmente abolida la iglesia greco-católica albanesa tras fallecer el último sacerdote, tan sólo una diminuta comunidad sobrevivió y se vio obligada a vivir su fe en la más absoluta clandestinidad.

En 1991, tras la caída del régimen comunista se revocaron las leyes antirreligiosas y se restableció la jerarquía católica. Aunque no se ha recuperado como en otras iglesias que ya hemos visto. Actualmente existe tan sólo una Administración Apostólica en Vlorë, una ciudad de la costa albanesa.  De los pocos católicos que hay en Albania, país de mayoría musulmana, tan sólo unos 4.000 son greco-católicos. El obispo franciscano Hil Kabashi es el responsable de la Administración Apostólica, que sigue abarcando a latinos y orientales. Así, aunque la iglesia greco-católica albanesa está catalogada como una iglesia sui iuris, actualmente no tiene jerarquía ni estructura propia.

Volvamos ahora a la invasión Turca del s. XV, aunque ahora nos vamos al exilio junto con la comunidad greco-católica albanesa que huyó a Italia. Aunque ya con la persecución sufrida por parte del emperador León III Isáurico y los iconoclastas muchos greco-católicos huyeron a Italia, es con la persecución de los turcos con lo que se va a establecer una comunidad grande allí. Las comunidades orientales que se exiliaron en primer lugar en el s. VIII fueron absorbidas por los latinos, quienes fueron sustituyendo a la jerarquía oriental por obispos de rito romano. De hecho, como he comentado, estas comunidades prácticamente habían desaparecido hasta que a finales del s. XV se renuevan con la llegada del éxodo de los albaneses. 

En un principio parecía que su suerte iba a ser la misma al oponerse los obispos latinos que proliferara el rito bizantino para no "dividir" a la Iglesia. Pero el papa Clemente VII dio instrucciones para que los obispos latinos cuidaran, respetaran y difundieran el rito bizantino entre los ya italo-albaneses, llegando a poner a un obispo responsable de esta comunidad, una prefiguración de lo que hoy son los ordinariatos para la atención a fieles orientales en territorios de mayoría latina. Más adelante, el papa Benedicto XIV estableció un régimen canónico propio para la comunidad italo-albanesa. Pero la ayuda definitiva para la comunidad greco-católica italo-albanesa vino en 1919, cuando el Papa erigió la eparquía de Lungro. La comunidad no dejó de crecer y, al no haber estado bajo el gobierno comunista, no tuvo que sufrir persecuciones. Esto favoreció su crecimiento y así, en 1937, se creó la segunda eparquía,  la de Piana de los Albaneses. En 1960 el papa San Juan XXIII, quien ya tenía experiencia pastoral con los orientales gracias a su estancia como nuncio en Bulgaria, amplió la jurisdicción de la eparquía de Piana. Así las dos eparquías, junto a la abadía territorial de Grottaferrata, forman la iglesia greco-católica italo-albanesa, una iglesia sui iuris independiente aunque, al igual que la rutena, un poco extraña. Digo extraña porque no es una iglesia con un único jerarca, sino que cada eparquía y la abadía funcionan de forma prácticamente independiente. Se ha propuesto en varias ocasiones convertir a la iglesia greco-católica italo-albanesa en una iglesia metropolitana sui iuris, pues cumple con creces los requisitos, pero debido a una serie de desacuerdos internos esto no ha sido posible. 

Actualmente unos 65.000 fieles conforman la iglesia greco-católica italo-albanesa entre las tres jurisdicciones y varias comunidades dispersadas por todo el mundo cuyo número es tan irregular que no hay datos precisos que pueda aportar. Celebran el rito bizantino en lengua griega y, como he dicho, no tienen un único jerarca sino que cada uno de los superiores de las dos eparquías y de la abadía dependen de la Santa Sede. 

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