Las Iglesias Orientales Católicas VII: búlgaros

 Lăudat să fie Isus!

Seguimos el recorrido de la historia de las iglesias bizantinas, hoy abandonamos la región de Checoslovaquia y vamos al sur. En las próximas semanas veremos, Dios mediante, las iglesias búlgara, griega y servocroata. Hoy, por lo tanto, vamos a las costas del Mar Negro. Con fronteras con Turquía, Grecia, Rumanía, Macedonia y Serbia, Bulgaria se encuentra en un lugar de paso privilegiado. Esto fue una gran ventaja frente a otros territorios a nivel de fe, porque fue una región en la que el cristianismo hizo presencia en los primeros siglos. Alrededor del año 300, antes de que el emperador San Constantino permitiera a los cristianos tener libertad de culto, ya existían comunidades cristianas en esta región.

Aunque esta presencia no será arraigada y empezará a extenderse hasta que, en el año 865 el primer zar de la historia búlgara, Boris I, es bautizado. ¿Por qué se tardó tanto tiempo? Aunque Bulgaria había sido parte del imperio romano de Oriente, tras la división del imperio romano en dos, la región que, como he dicho, estaba en una zona de paso, fue constantemente invadida por diferentes pueblos. Destaca la invasión de los hunos, que difundieron entre los búlgaros el tengrismo, una especie de religión pagana. Tras esto fueron invadidos por los eslavos y por los ávaros (que no avaros, aunque también lo eran) que eran un pueblo ogur (que no yogur, los ogures no se comen). La mezcla de estos, eslavos y ávaros, dio lugar al primer pueblo propiamente búlgaro, de hecho el nombre Bulgaria viene del pueblo ogur. En fin, que en el año 864 el imperio búlgaro pasa a reformarse como un zarato (como Rusia pero con menos caché).

Como he dicho, Boris I es bautizado en el 865. Poco tiempo después contactó con el papa Nicolás I para que enviara obispos a Bulgaria y así organizar la iglesia búlgara para establecer un Patriarcado (así, como quien no quiere la cosa), cosa a la que el papa Nicolás no accedió. Para entender la magnitud de la petición del zar Boris hay que entender qué es un patriarcado. La Iglesia, en la Edad Antigua y los primeros siglos de la Media, estaba compuesta por 5 sedes patriarcales: Roma, Antioquía (Siria), Alejandría (Egipto), Constantinopla y Jerusalén, aunque este último tardó más en ser reconocido. Estas sedes ejercían un dominio sobre los obispos de la región. Esto sigue siendo así a día de hoy, aunque las sedes hayan cambiado y al Papa se le reconozca su primado universal, los Patriarcas, Arzobispos Mayores y demás jerarcas de las iglesias sui iuris, tienen una potestad mayor que los otros obispos de su región. Por ejemplo, en la iglesia latina, para ordenar a alguien cuya edad esté más de un año por debajo de lo que la ley canónica establece (25 años en la iglesia latina, 24 en las orientales salvo que el derecho particular indique lo contrario, que no puede ser menos) hay que pedir permiso a la Santa Sede. En las iglesias orientales el jerarca máximo puede dar esa dispensa.

Teniendo en cuenta todo esto se entiende que el papa Nicolás se negara a crear un patriarcado de la nada. Esto facilitó que la influencia cristiana sobre Bulgaria no fuera la del cristianismo de rito romano sino del bizantino, porque lo que el zar hizo fue pedirle lo mismo al patriarca de Constantinopla, Ignacio I, quién también se negó a establecer un patriarcado aunque su sucesor, Focio I (de quien hablaré en un artículo propio) sí que se preocupó de la evangelización y fue quien impulsó a San Cirilo y San Metodio para evangelizar la región de Bulgaria, generalizándose el uso del rito bizantino. Esta tensión entre Roma y Constantinopla por parte del pueblo búlgaro no se va a quedar ahí. A lo largo de los siglos va a haber un especie de tira y afloja entre Roma, Constantinopla y Bulgaria. Tras el Gran Cisma, el rey Kayolan, quien había recuperado la independencia de Bulgaria con respecto al imperio bizantino, buscó la unificación con Roma, no por creer que los católicos estuvieran en lo cierto, sino por querer confirmar su título como rey. Aunque, una vez conseguido esto, a pesar de que se estableció a un obispo como primado de los búlgaros en el año 1205, tras derrotar el rey a los cruzados, todo el territorio volvió oficialmente a la ortodoxia. El catolicismo pasó a un estado de semiclandestinidad, primero bajo la ortodoxia y luego bajo el imperio turco otomano, que en política de libertad religiosa fue dando tumbos entre la aceptación (pagando impuestos personales) y el rechazo y la persecución, pero de esto, en el artículo de la iglesia armenia, hablaré largo y tendido, y le dedicaré un artículo especial a la matanza de los armenios por parte de los turcos.

Aunque hubo varios intentos de unificar a la ortodoxia con Roma esto no fue posible hasta bien entrado el s. XIX, en 1860 para ser más precisos. En ese tiempo la actitud del patriarca Jeremías IV hacia los búlgaros era bastante hostil. Entonces, un grupo de ortodoxos vio como opción viable para conservar sus costumbres y tradiciones propias el unirse a Roma, pues tenían como ejemplo a otras iglesias orientales que ya habían dado ese paso y no habían sido "devorados" por Roma. Un grupo de sacerdotes y monjes liderados por el archimandrita (un título eclesiástico de gran importancia) Joseph Sokolsky viajaron a Roma y presentaron una petición formal de unión con Roma ante el beato Pío IX. Esta quedó firmada y sellada el 18 de diciembre de 1860 y reconocida al día siguiente por el sultán otomano Abdul Medjid. Un año después Sokolsky fue ordenado obispo y nombrado arzobispo para los búlgaros greco-católicos, esto también fue reconocido por el sultán. Sin embargo un episodio particularmente oscuro truncó, más o menos, el florecer de la incipiente iglesia Búlgara greco-católica. Sokolsky fue secuestrado por los rusos y enviado a unas vacaciones forzosas al Monasterio de las Cuevas en Kiev hasta su muerte 18 años después.

No obstante, se nombró como nuevo eparca a Raphael Popov. Bajo su gobierno se abrieron escuelas y, lo más importante, un seminario en Karaagach. La iglesia nació con unos 60.000 fieles gracias a estos esfuerzos. Sin embargo los rusos, para ejercer un contrapeso, como no les pareció suficiente enclaustrar bajo pistola al primer eparca, nombraron un eparca propio para los ortodoxos en 1970, provocando una vuelta masiva a la ortodoxia, quedando una diminuta porción en Macedonia. Tras la guerra entre Rusia y Turquía en 1878 la estructura de la iglesia greco-católica búlgara cambió. Se crearon dos exarcados apostólicos en Tesalónica (para los macedonios) y en Adrianópolis para la exigua comunidad que se estableció en Tracia (región que abarca el sureste de Bulgaria, el norte de Grecia y un poco el oeste de Turquía). Se nombró a Nil Izvorov como obispo responsable con sede en Constantinopla. En estos momentos la iglesia greco-católica búlgara contaba con unos 15.000 fieles. 

Las guerras balcánicas de principios del s. XX provocaron una emigración masiva. Esto, unido al fuerte cambio de política del imperio otomano con respecto a la libertad religiosa, que derivó en limpiezas étnicas, y la obligación de retornar a la ortodoxia acabaron con casi la totalidad de greco-católicos búlgaros. La debacle fue casi total, se destruyeron casi todas las escuelas e iglesias (quedando sólo 4 parroquias) y el escaso pueblo dividido en 4 países distintos. Gracias a la ayuda de Angelo Roncalli (futuro San Juan XXIII) se nombró a Cyril Kurtev como nuevo eparca para la comunidad búlgara. Este comenzó una labor de reunificación y de reconstrucción de la iglesia, centrándose en la Liturgia. Con el inestimable apoyo de Roncalli, la iglesia greco-católica búlgara pudo abrir un seminario y establecer a su eparca en Sofía. Aunque esto no duró mucho, Roncalli fue enviado a Turquía y, en 1945, el seminario cerró. 

Tras la II Guerra Mundial, en contra de todo lo que cabría esperar, la iglesia greco-católica búlgara no fue abolida ni obligada a reunificarse con su contraparte ortodoxa al caer Bulgaria bajo el comunismo. No obstante sí que tuvo que sufrir muchísima persecución indirecta, la intención de los comunistas era que la Iglesia Católica se hundiera ella sola, por así decirlo fue como quitarle el oxígeno al fuego para que se extinguiera, llegando a crear una ley en 1949 que prohibía la labor pastoral de extranjeros, cortando de base la relación con Roma. Esta situación empezó a revertirse en 1991, con la caída del régimen comunista. Como nota curiosa la iglesia greco-católica búlgara es la única iglesia que recuperó la totalidad de sus bienes o fue compensada por los no recuperables.

Actualmente esta iglesia es una pequeña iglesia sui iuris con una única sede en Sofía, siendo Jristo Proikov su actual jerarca. Cuenta con una población de unos 10.000 fieles.

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