Un Monasterio Improbable

Lăudat să fie Isus!

En la entrada de hoy sobre la vida diaria en una iglesia oriental bizantina, quiero hablar de la experiencia tan maravillosa de la que he podido disfrutar estos días que he tenido libres. Me he ido a un monasterio para descansar y, sobre todo rezar. Mi primera gran sorpresa fue cuando contacté con ellos, envié un wasap en rumano y me respondieron, en rumano, que hablaríamos por la tarde. Esa tarde, a la hora acordada me llaman y, para mí asombro, me hablan en español, ¡el monje es un estadounidense-mexicano! 

Una vez en el monasterio las sorpresas fueron in crescendo, nunca mejor dicho, pues el staret (llamado también higúmeno o, en la iglesia latina, abad) que es el monje al cargo del monasterio es de origen italiano. Si bien los otros dos monjes sí que son rumanos, sus testimonios de vida personales, que no contaré por respeto a su privacidad, son realmente impresionantes. Por esto le he puesto ese nombre tan extraño a esta publicación pues, efectivamente, las circunstancias por las que un mexicano, un italiano y dos rumanos acaban en medio de la nada para fundar un monasterio son bastante improbables, son cosas de Dios, al que le gustan mucho la cosas que nosotros calificaríamos de imposibles. 

La vida allí es bastante tranquila. A las 5:30 de la mañana nos levantamos, he de decir que a esas horas da la sensación de que ni los ángeles están despiertos. A las 6:00 rezamos la Utrenia, el equivalente bizantino a las laudes. Tras esto se tiene un rato de oración personal, lectio divina comunitaria y la Divina Liturgia. Celebrar estas cosas en el ambiente retirado de un monasterio realmente parece como estar en el cielo. La belleza de los cantos, realizados en lengua rumana y a veces griega, elevan el alma. Tras la Divina Liturgia tomamos una pausa para tomar un café o té o lo que sea, cuestión importante porque durante las dos Cuaresmas (Adviento y Pascua) no se come hasta por la tarde, salvo los domingos y fiestas.

Tras el más que necesario tentempié, se tiene un rato de descanso hasta las 15:00, cuando se hace otra hora de lectio divina. Por la tarde se tiene la Vecernie, las Vísperas bizantinas. Hay un momento especialmente precioso dentro de esta celebración ya de por sí bella. Cuando se canta el himno Φώσ ιλαρόν, o, para aquellos que igual el griego les pilla un poco a destiempo, Oh Luz Gozosa, el himno extrabíblico más antiguo de la Iglesia que, literalmente, se traduce así:

Oh Luz alegre de la santa gloria del Padre Inmortal,el celestial, el santo, el bendito, oh Jesucristo,habiendo venido al ponerse el sol, habiendo visto la luz de la tarde, alabamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: Dios.Digno es en todo momento alabarte con alegres voces, Oh Hijo de Dios, Dador de vida, por lo cual el mundo te glorifica.

Pues, cuando se canta este himno, se encienden las luces de la iglesia, que permanecían hasta ése momento apagadas. Tras la Vecernie se tiene, por fin, la cena, a la que uno llega con ganas de comerse al staret o a cualquier otro de los monjes. Finalmente, tras la cena, se tiene un rato de recreo o de reunion comunitaria para hablar un poco de la vida diaria o de las lecturas que está haciendo cada uno. Es un rato francamente agradable.

Invito a todo el que lea esto a rezar por aquellos que han entregado su vida a Dios y se dedican a rezar por nosotros, que Dios recompense su entrega con muchas vocaciones.


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