Las Iglesias Orientales Católicas V: rutenos

 Lăudat să fie Isus!

Continuamos nuestro viaje histórico y espiritual por las iglesias bizantinas, hoy quiero hablar de una que, junto a la iglesia melquita, tiene una característica peculiar dentro de las iglesias bizantinas y es que no está ligada a un país (como las 4 que hemos visto hasta ahora) sino a una lengua, en este caso hablamos del ruteno, llamado también eslavo antiguo, para entendernos, y si se me permite un poco de imprecisión, se podría decir que es la lengua madre de las lenguas eslavos, como el latín es madre de las lenguas romances. La iglesia de la que hablaré hoy es, pues, la rutena.

Antes de nada, ¿quiénes son los rutenos? Imagínese el lector que está en la terraza de un bar tomando algo con unos amigos y, de repente, empieza a escuchar a alguien hablando en latín en la mesa de al lado y, al girarse, se encuentra con unos señores que pueden ser franceses, italianos o españoles pero visten y hablan como si fueran ciudadanos del extinto imperio romano. Pues (perdón por el latinajo) mutatis mutandis, término jurídico que se usa para presentar una metáfora que significa literalmente "cambiando lo que debe ser cambiado", eso es un ruteno. Son el pueblo que vivía en una extensa zona que hoy sería Ucrania, Bielorrusia, parte de Rusia, etc. El pueblo ruteno ha conservado, desde que el cristianismo llegó a la región de la Rus (consultar artículo sobre la iglesia ucraniana), su propia lengua y, en gran parte, cultura. A nivel eclesial, los rutenos formaron su propio grupo y tradición litúrgica que, después del Gran Cisma, quedó en el lado ortodoxo.

La iglesia rutena surge propiamente hablando en el año 1646, en la llamada unión de Užhorod, que tuvo lugar, más o menos, medio siglo después de la unión de Brest, de la que surgió la iglesia greco-católica ucraniana. Tras el concilio de Florencia, donde se intentó una unión general entre católicos y ortodoxos, muchos obispos volvieron a sus territorios con la intención de hacer efectiva esta unión. Uno de ellos, del que ya hablamos en este blog, fue Isidoro de Kiev, gran promotor de la unión de Brest. También influyó la presión de algunos nobles, que se hicieron calvinistas, para que los cristianos se hicieran también protestantes. Para consolidar la fe ortodoxa (en sentido de recta no de perteneciente a la iglesia ortodoxa) muchos clérigos buscaron la unión con Roma. Así, un 24 de abril del año 1646, día siguiente a la fiesta del mártir San Jorge (y día en el que se celebra en el calendario romano) 68 clérigos, encabezados por el monje basiliano Petrovyč, sellan formalmente su unión con Roma.

Como hemos visto, la región de rutenia nunca ha sido un territorio independiente, en la época de la unión pertenecía al reino de Hungría. Esto produjo, al igual que vimos en el artículo sobre la iglesia greco-católica magiar, que hubiera una tensión a nivel de la jerarquía pues, aunque los rutenos tenían obispos propios, de iure (a nivel jurídico) dependían del obispo de Eger, diócesis latina. Esta situación se extendió durante más de un siglo, hasta que en 1771 se erigió la sede eparquial de Mukačevo. Así la jerarquía rutena tuvo libertad para organizarse. Esto fue posible gracias a que la emperatriz María Teresa de Austria intercedió en nombre de los rutenos ante el Papa Clemente XIV. En 1817 la sede rutena pasa de Mukačevo a Užhorod, dónde años antes se había erigido un seminario para la iglesia rutena. La iglesia rutena fue creciendo y a lo largo de los siglos  XVIII, XIX y XX fueron surgiendo las eparquías de Prešov (Eslovaquia), Gherla (Rumanía) y Hajdûdoroj (Hungría). Estas sedes darán lugar, como vimos en los artículos precedentes de esta serie, a las iglesias bizantinas nacionales.

Al igual que pasó con la iglesia greco-católica magiar, los cambios territoriales surgidos tras la I Guerra Mundial, provocó que la mayor parte de la iglesia rutena quedara en el territorio de Checoslovaquia. Los problemas surgidos de tanto vaivén provocaron que una cantidad importante de fieles se unieran a otras iglesias, tanto católicas como ortodoxas, con un cariz más estable (iglesias nacionales).

Tras la II Guerra Mundial todo el territorio del Este de Europa pasó a ser de la Unión Soviética. En 1949, como el resto de iglesias orientales católicas, la iglesia rutena pasó a depender del Patriarca Ortodoxo de Moscú. Únicamente la pequeña eparquía de Prešov quedó al margen y se convirtió en la sede de referencia para los rutenos, quienes quedaron, como el pueblo judío, extendidos por diversas naciones. El comunismo se ensañó particularmente con esta iglesia. Los rutenos fueron humillados públicamente y duramente perseguidos. En menos de un año los comunistas cerraron el seminario de Užhorod, suprimieron la sede de Mukačevo y, como he dicho más arriba, terminan disolviendo la iglesia rutena y anexionando a los fieles a la iglesia ortodoxa rusa el 28 de agosto de 1949. Hasta este punto la iglesia rutena había tenido un crecimiento constante y estaba en plena expansión. Los datos de la Santa Sede de aquella época nos indican que había casi medio millón de fieles rutenos en casi 300 parroquias con más de 350 sacerdotes. Gran parte de esta población fue deportada al interior de la Unión Soviética. Fue todo un proceso de limpieza étnica, el ruteno fue prohibido y los rutenos debían, obligatoriamente, identificarse como ucranianos. Sin embargo, el pueblo ruteno selló con su propia sangre, entregándose al martirio, su identidad y su tradición en la historia. Así, a pesar de que los comunistas fusilaron al eparca Teodoro Romža, de la eparquía de Mukačevo, y su auxiliar fue arrestado, el pueblo ruteno no cedió. Durante 30 años los rutenos deben vivir en la absoluta clandestinidad, hasta que en 1977 se consagra a Konstantyn Sabov como eparca de Mukačevo. A mediados de los 80, con el régimen comunista haciendo aguas, los rutenos salieron de las catacumbas y empezaron a exigir a las desbordadas autoridades que se reconociera su existencia. Con la caída de la Unión Soviética en 1991 el papa San Juan Pablo II confirmó públicamente la figura de Iván Semedi, eparca de Mukačevo, quien junto con sus dos obispos auxiliares habían dirigido a la iglesia rutena en la clandestinidad. En ese momento la iglesia rutena contaba con 92 parroquias y más de 100 sacerdotes. En 1997 este número se multiplicó hasta llegar a a las casi 300 parroquias atendidas por casi 150 sacerdotes. A mediados de los años 90 se reabrió el seminario de Užhorod. 

En la actualidad la iglesia rutena se encuentra en una situación anómala, al igual que la iglesia italo-albanesa. Aunque la iglesia rutena es una única iglesia sui iuris, se divide en tres jurisdicciones dependientes de la Santa Sede, una, de la que llevo hablando todo el artículo, es la de Mukačevo, con sede en Užhorod (Ucrania), otra en la República Checa bajo la forma de exarcado apostólico (una figura jurídica eclesiástica que conforma un territorio que, por diversas razones, no puede ser aún una eparquía propia), y la 3ª, la más grande, es la de EEUU, la sede metropolitana de Pittsburgh, en Pensilvania, con tres sedes sufragáneas en Parma (Ohio), Passaic (Nueva Jersey) y Phoenix (Arizona). En otras regiones dependen de la jerarquía greco-católica de allí, en la eparquía de Maramureș (al norte de Rumanía), por ejemplo, hay un vicariato propio dedicado a los rutenos. Actualmente la iglesia rutena cuenta, en todos estos territorios, una población de casi 700.000 fieles, en su mayoría, como he dicho, están en EEUU.

Espero que este artículo haya sido tan interesante de leer como para mí ha sido hacerlo. Como he dicho al principio, las particularidades de esta iglesia, que comparte con los melquitas, la hacen particularmente interesante de estudiar. 

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