Las Iglesias Orientales Católicas IV: magiares

Lăudat să fie Isus!

Seguimos por nuestro recorrido por las iglesias orientales católicas, en concreto continuamos nuestro viaje espiritual por la tradición bizantina, hoy hablaremos de la iglesia greco-católica húngara o magiar.

El cristianismo llega a las tribus magiares de Panonia (actual Hungría) a finales del s. IX. La mayoría se integró en la tradición latina de la Iglesia, pero una minoría recibió grandes influencias bizantinas, generándose una convivencia muy problemática entre católicos de ambas tradiciones, notablemente agravada, como es lógico, por el Gran Cisma. Como curiosidad el primer obispo de la región, enviado por el papa Juan XII (955-964) fue un hombre llamado Zaqueo.

Dos líderes de las tribus magiares reciben el bautismo en Constantinopla a mediados del s. IX. El Patriarca de Constantinopla consagró al obispo Hierotheos (cuyo nombre en griego significa "sacerdote de dios") como exarca de los magiares de tradición bizantina. Unos 100 años más tarde el rey Itsván de Hungría fue coronado por el papa y, al contraer matrimonio con la princesa Gisela de Babiera (Alemania) se convirtió en un gran promotor de la tradición latina en Hungría. Se creó la diócesis latina de Erztergom (de la que habló en mía artículo de la semana pasada sobre la iglesia ucraniana) como sede de la provincia eclesiástica de Hungría. A la vez, la tradición bizantina se va extendiendo gracias a los monasterios, pero esta no arraiga en la región por varias cuestiones, siendo la más importante de ellas la fuerte latinización de la zona en pos de una búsqueda de una iglesia más unida que desterrara las actitudes cismática, la presencia bizantina se veía como un intento de la iglesia ortodoxa de hacerse con el control del cristianismo magiar.

En los siguientes siglos las invasiones de los turcos produjeron desplazamientos masivos de población ortodoxa, muchos de los cuáles quedan asentados en esta región. Esta presencia se ha centrado principalmente en el este de Hungría, donde la tradición bizantina nunca dejó de estar presente. La comunidad greco-católica magiar, por lo tanto, quedó conformada por una importante población de origen extranjero (rutenos, rumanos, eslovacos, etc) también por muchos magiares que se convirtieron del calvinismo al catolicismo en su tradición bizantina, esto fue posible gracias a la impagable labor de los misioneros que estuvieron luchando día y noche para intentar que los magiares abandonaran el calvinismo y, los ortodoxos, volvieran a la unidad con Roma. En estos momentos un factor que dificultó esta labor fue el hecho de no tener jerarquía propia pues dependían de obispos orientales de fuera.

La (re)unión con Roma vino, finalmente, en el 1646, gracias al tratado firmado en Užhorod. Al principio está comunidad celebraba la liturgia en griego, pero debido a la profunda raigambre que tenía la población magiar con Hungría, poco a poco se impuso el uso del magiar como lengua litúrgica a pesar de que en un principio la idea se rechazó. Pese a ello se realizó en secreto o, mejor dicho, sin aprobación oficial, una traducción de la liturgia bizantina en 1795, a lo largo de los años otros libros litúrgicos se fueron publicando, también careciendo del permiso de las autoridades. En el año 1900 un grupo de peregrinos magiares se plantaron en Roma y le pidieron formalmente al papa León XIII dos cosas, que se aprobara el magiar como lengua litúrgica y que se estableciera una eparquía propia para la iglesia greco-católica magiar y así dejar de depender de obispos de otras iglesias orientales. 12 años después, tras mucha presión desde la sede latina de Budapest para no acceder a esa petición, el papa San Pío X erige la eparquía de Hajdûdoroj para las más de 150 parroquias magiares greco-católicas, aunque todavía no se aceptó el húngaro como lengua litúrgica. Al igual que con los latinos (cuya lengua litúrgica era el latín), el magiar sólo se aceptó para cuestiones extra litúrgicas. La liturgia se continuó dando en griego, dando a los sacerdote un margen de 3 años para aprenderlo. En los años 30 terminaron de publicarse, todavía sin permiso, todos los libros litúrgicos en lengua magiar. No fue hasta el Concilio Vaticano II que se permitió el uso del magiar como lengua litúrgica. 

San Juan Pablo II cambió la jurisdicción de la eparquía greco-católica para que abarcara toda la región de Hungría, aunque, debido a los cambios fronterizos tras la Guerra Mundial, la eparquía, que abarcaba el este del país, se redujo a casi la mitad. Gracias a Dios la iglesia greco-católica magiar no tuvo que sufrir la durísima persecución que vimos con los ucranianos o los rumanos, pero sí fuertes restricciones y algunos atropellos como la confiscación de bienes eclesiásticos, principalmente propiedades. Tras esto se arrestó al eparca metropolitano y, tras "perdonarle" la vida, le condenaron a cadena perpetua. De igual modo pasó con otros obispos arrestados. Otro primado fue exiliado a Austria y desde allí gobernó la iglesia hasta su muerte. A finales de la década de los 70 la situación se fue normalizando para los greco-católicos y, poco a poco, pudieron it retomando la actividad pública. 

A nivel organizativo la iglesia tiene su actual sede en Hajdúdorog, aunque esta ha ido pibotando de lugar en lugar. La archieparquía de Hajdúdorog tiene otras dos eparquías sufragáneas (dependientes). Actualmente la jerarquía la componen tres obispos, Péter Fülöp Kocsis, el archieparca metropolitano, Atanáz Orosz, en la eparquía de Miskolc (al norte) y Ábel Szocska en Nyíregyháza, al nordeste. La iglesia greco-católica magiar cuanta actualmente con unos 300.000 fieles, ubicados principalmente en Hungría, pero tiene una pequeña comunidad en EEUU, dependiente de la eparquía rutena (iglesia de la que hablaré el viernes que viene) y otra en Canadá adscrita a la eparquía ucraniana. 

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